sábado, 10 de marzo de 2012

Sobre política, nacionalismos y regionalismos, parte i

“¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Una solución para todos los enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media noche? ¡Este mundo es la voluntad de poder, y nada más! ¡Y también vosotros mismos sois esa voluntad de poder, y nada más!”

Nietszche, La Voluntad de Poder 

La política no me interesa, básicamente, porque no le creo a los políticos. Ellos pertenecen a organizaciones que buscan repartirse la gran torta que es -además de la administración y adjudicación- el dinero de todos los contribuyentes. Los políticos no trabajan para la gente ni hacen nada por ella, lo hacen para asegurar ese poder. Cada vez que un político haga algo por una comunidad lo hará para asegurar votos en puntos estratégicos. Y, bajo la falsa idea de la libertad de opinión, la gente juega a tener el poder de elegirlos con base en especulaciones hechas por medios de comunicación. Como estudié en una universidad pública, votaba para tener un descuento en la matrícula, pero cuando dejó de importarme pagar un descuento de 18000 pesos no encontré motivos para perder un feriado de esa forma.

Además, a los políticos no les importa lo que yo piense. Como yo, creo que si mucho habremos un 0,5% de personas que vemos las cosas de maneras afines. Mi voto no va a poner ni a quitar a nadie y los servicios van a seguir subiendo, la gasolina también, los empleos seguirán bajo condiciones infrahumanas... y la plata se la van a seguir robando. La policía es una hijueputa en todo el mundo y en todo el mundo también hay barrabases en la punta de la pirámide. Ahora, que hay combos de tráfugas peores que otros, no lo duden, en Bogotá por lo menos preferimos a los no-paisas y no-paracos.

Así que no le veo mucho sentido a celebrar los logros de los políticos o a identificarse con ideologías, ni a creer de a mucho en sus instituciones: los países y las naciones tenían que existir de una manera u otra. Es una consecuencia de ser sociales y un poco más listos que los chimpancés. Y desde luego, la mayoría de países están tan mal administrados que son sólo unos pocos los que valdría la pena visitar. A mí me tocó ser colombiano y nacer en Bogotá, nací en Chapinero pero no fue mi elección. Pero no es que me sienta orgulloso de serlo ni nada de eso. Sentirse orgulloso de algo que uno no ha obtenido con su propio esfuerzo es una especie de autocomplacencia engañosa. 

Ni los alemanes deberían sentir vergüenza por los nazis -o viceversa-, ni los ingleses pensarse mejores que los demás por creerse que ganaron dos guerras -NPI la primera pero la segunda, la ganaron Stalin y los gringos, todo el mundo lo aprende en octavo grado-, ni los españoles sentirse superiores a nosotros los sudacas -porqué putas?-... yo me sentía orgulloso de mí país por los próceres de la droga y por tener la mejor merca del mundo a precios increíbles, pero la verdad yo no soy el responsable de ello, como nadie en ningún lugar del mundo de la historia de sus respectivos países. Tuve la suerte de estar en este lugar del mundo en este momento de la historia para presenciar dicho fenómeno y nada más. Pero francamente, cómo me gustaría haber nacido en el primer mundo...

Es que hay que reconocerlo, los tercermundistas vivimos en unos países que dan tristeza y repulsión. La mayoría debemos lamentar profundamente el estar condenados a hacer parte de estas sociedades. Y creo que la colombiana está entre las peores. De 200 años de existencia fueron 10 guerras civiles entre políticos-terratenientes en 100 años -donde se encogió el territorio a cambio de tratados por dinero-, un robo descomunal de ese dinero para que entre los años 30 y 50 el campo se llenara de autodefensas campesinas reclamando presencia del estado y por ende un continuum de violencia armada en las regiones no urbanizadas de Colombia -esto es el 90% del país- donde en este momento lo que queda de la guerrilla y los paracos se siguen dando metralleta -las tierras antioqueñas y cordobesas las obtuvieron los paracos a punta de motosierra-.

Y desde luego las consecuencias de la falta de desarrollo generan toda clase de mutaciones sociales y culturales que sí me dan vergüenza patria: madres de 14, el vallenato, el reguetón, las telenovelas, esto es de nunca acabar.


(Fin de la primera parte)

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